Sala de Bordado, de Gimena Romero, es la primera plataforma online de bordado. Es
casi como el canal de tu artista del bordado favorita, y la verás en su estudio rodeada de
hilos y flores, a veces vestida de chef, a veces con los saludos de Leonor de fondo. Es un
espacio íntimo que cuenta con cerca de 30 proyectos con videos del paso a paso para
todos los niveles, patrones, paletas de color, biblioteca de puntos, grupo privado de
Facebook y Whatsapp y una sesión mensual de preguntas y respuestas en vivo.
No solo es una serie de talleres inspiradores, también es un compendio de mensajes
para el alma que llegan a través de las manos.
1. El juego es el lenguaje de la curiosidad
En la infancia solíamos jugar con la seriedad de quien conoce lo realmente importante.
Nos dejábamos deslumbrar por las flores que nacen entre las grietas, inventábamos
historias con nuestras manos, reíamos a carcajadas con los que otros llamaban
“errores”.
¿Cuándo fue la última vez que jugaste? Si bordas, es seguro que juegas todos los días.
Asimismo, Gimena trae la sorpresa y el “sin miedo a la muerte” a cada uno de sus
proyectos. Como esa vez que quiso desconectarse de la Tierra y un alien llamado Bulp
le pidió que lo bordara para poder conocer este planeta, o cuando, en medio de la
pandemia, varios dinosaurios en miniatura hicieron de los días un lugar más alegre. En
Sala de Bordado también puede pasar que los calcetines funden un sindicato, o que las
hadas hagan fiesta con hilos metalizados.
La finalidad es disfrutar, como asegura Gimena: “bordar es desaparecer del mundo y
estar de vuelta con algo precioso que se pensaba que se había perdido”.
2. Busca la fluidez, no la perfección, a través de la práctica
Nada, nada en el mundo es perfecto. Bueno, tal vez ese peludito que ahora mismo está
maullando o ladrando, como Pipa y Tesla al fondo de algunas tomas. Ahora, lo que tus
manos crean, sea una tarta o sea un dechado, más que perfecto, es valioso. No importa
el resultado. Sin embargo, hay una forma de que la aguja atraviese suavemente la tela,
de que los dedos se conecten mejor con el hilo, de que el patrón que trazaste se parezca
a lo que tenías en mente. Esa forma es la práctica consciente y con la información
necesaria.
Esto dice Gimena en Sala de Bordado: “¿Qué es una marea de hilo? ¿Qué es el trabajo
con hebras? ¿Un calibre de línea? Todos estos son conceptos fundamentales de dibujo
textil, lenguaje que seguramente me has escuchado usar y que es probable no sepas lo
que significa. En este proyecto te explicaré cada cosa para que sepas perfectamente a
qué me refiero”. Por eso, aquí se trabaja no solo con puntadas complejas como el pintar
con hilo, el lattice o el realce (Punto de Memoria), sino que se conocen a fondo
puntadas como el multifacético paso atrás. Con el saber se hace mejor el hacer. Mejor
no significa “carreritas”, no es perfección. Es claridad, fluidez.
3. Si exploras, ya descubriste algo
De las cosas que más me cuestan en la vida es no tenerle miedo al error. Saber que en
los procesos hay hallazgos más valiosos que en las piezas finales. Algo que he
aprendido en el camino del bordado es salir de la “zona de confort” y probar nuevas
técnicas, materiales, y puntadas. Jugar con ellos también. Aunque regrese a mi
puntada favorita de siempre, la retomo con otra mirada. Entonces se vuelve más
compleja, poderosa.
La exploración es uno de los pilares de Sala de Bordado. En los distintos proyectos se
propone el uso de técnicas complementarias como las aplicaciones de tela, colores de
madera, bordados móviles (telurio Ñanduti), parche, medalla, pendón y libro textil
(recetario). También hay momentos para retarse con hilos complejos, como el
metalizado, el que brilla en la oscuridad o las lanas Colbert. Pero tranquila que
“normalmente lo que el material te quiere decir es algo de ti, no algo de él”.
La búsqueda mediante la creación cambiará nuestra forma de abordar el mundo:
“Esta sesión es el primer paso hacia lo desconocido. Sabes que es un camino de hilo,
pero no es igual al de siempre. Cierra los ojos y deja que sean tus manos quienes
hablan con el universo”. Para explorar hay que soltar, confiar.
4. Cuenta tu propia historia
Nos preocupamos a menudo por alcanzar la originalidad. Sentimos que todo ha sido
creado, dicho, pensado. Pero no. Falta algo, algo que otros y otras quieren escuchar:
nuestra historia. Un árbol es un árbol, y cada quien lo ve distinto porque lo asocia a
lugares íntimos de su memoria.
¿Cómo contar esa historia? Con palabras, sí. También con sonidos, con imágenes, con
el cuerpo. O con el bordado, que es todo eso a la vez. Dice Gimena: “el bordado es un
lenguaje.
Decido hablar en textil porque es donde tengo más vocabulario, me permite ser
elocuente y hay cosas puntuales que no quiero dejar de decir”.
Puntada a puntada nos vamos contando esa historia, primero a nosotras mismas, y
luego, cuando la imagen se ha vuelto tangible, a quienes amamos. Recuerda que “no es
el bordado, es lo que dices con él. La línea en tu bordado es el volumen de tu voz”.
5. Los rituales le dan magia a la vida
Los humanos somos seres de rituales. Por eso algunos se reúnen, oran, hacen duelo,
celebran los solsticios, o simplemente están en silencio un rato sintiendo su
respiración. La palabra “ritual” tiene el sufijo “al”, que significa relación, pertenencia.
Hacemos rituales para pertenecer, y para ello usamos los elementos que nos ofrece la
Tierra. De ahí, que nos guste tanto sembrar, bañarnos bajo una cascada, encender la
hoguera o soplar un diente de león. En fin: nos conectamos con nosotras mismas
relacionándonos con lo que nos rodea, como si cada cosa fuese una ofrenda que se nos
ha dado y que queremos, de alguna manera, devolver.
En este sentido, el bordado es por excelencia un ritual. “Cualquier práctica observada
hecha con el cuerpo y el corazón da resultados”, escribe Gimena. Por eso nos propone
distintas piezas que son odas al fuego, a la identidad, a los que ya no están. Esto
mediante conjuros de tierra, amuletos de protección, milagritos o el bordado del
corazón, y celebraciones al solsticio de verano, al equinoccio y al Día de Muertos.
Cuando bordamos logramos un ritmo, nos conectamos con un ser interior para
abrazarlo en hilos. Creamos desde el silencio sintiendo que cada puntada que entra a la
tela es a la vez una siembra. Cuando se borda con una intención, bajo el sol o la luna
que sea, nace la alquimia.
Aquí dejo el hilo en punta sobre Sala de Bordado. Te aseguro que son más de cinco las
lecciones que encontrarás en este espacio. Y, como dice Gimena, “nos vemos en todas
partes”.
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