Juguetería a dos bastidores - sesión 1
- gimenaromeroartist

- 27 nov 2023
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 29 nov 2023

En una noche impregnada de magia, cuando el invierno pintaba de blanco los paisajes y las luces parpadeaban con un destello especial, se desplegaba el escenario de una inolvidable Navidad. El aire vibraba con la expectativa, y mi corazón latía al ritmo de la melodía navideña que flotaba en el ambiente.
En el resplandor de las velas y el calor de la chimenea, entre risas y abrazos familiares, se acercaba el momento de intercambiar regalos. Cajas envueltas con esmero se acumulaban bajo el árbol, susurros de misterio flotaban en el aire mientras las manos ansiosas se extendían para recibir el presente que el destino guardaba.
Entre el bullicio y la alegría, una caja cuidadosamente envuelta llegó a mis manos. La emoción se reflejaba en los ojos de quien me lo entregaba, y mi curiosidad creció como las notas de un villancico en el aire. Al retirar el papel, se reveló un tesoro envuelto en sonrisas y pensamientos cuidadosamente seleccionados.
Allí, ante mí, yacía el regalo perfecto. No era la extravagancia ni el costo lo que lo hacía especial, sino la atención a los detalles, la consideración puesta en cada elección. Era como si alguien hubiera leído los secretos de mi corazón y los hubiera tejido en aquel regalo.
La conexión emocional era palpable, un puente invisible que unía el alma del regalador con la mía. En ese momento, el tiempo pareció detenerse. Abrí la caja con manos temblorosas y mi corazón latía al unísono con el papel que se desgarraba.
Y allí, en la penumbra de la noche navideña, descubrí un pedacito de mi mundo encapsulado en aquel regalo. Era un objeto que no solo tenía utilidad práctica, sino que también resonaba con mis sueños, mis anhelos y mis más profundos deseos.
El regalo perfecto no era solo un objeto; era la representación tangible del amor, la atención y la conexión compartida. En ese instante, la sala se llenó de gratitud, de abrazos cargados de significado, y la magia de la Navidad se manifestó en la perfecta armonía entre el dar y el recibir, en la belleza de un regalo que trascendió lo material para convertirse en un tesoro eterno en el rincón más preciado de mi memoria navideña.






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